Si hubiera una segunda parte de “Amanece, que no es poco”, Mordor sería una localización inmejorable, aunque también valdría para “Dos tontos muy tontos, parte 7” y ya tengo protagonista para un remake de Mr. Bean.
Una de las inspecciones que tenía prevista para hoy era en el lugar más antihigiénico que he visto en la vida. Ni con cierres, multas y demás se ha conseguido nada de nada, con lo que, cuando toca inspección vas con la mente abierta a encontrar cualquier cosa horripilante, desde trozos de lomo descongelando en el suelo del patio de vecinos a comida podrida en la nevera, lavavajillas con agua marrón y tropezones de no desaguarla nunca, grasa impregnando todo… ya sabes que de allí vas a la ducha y la ropa, a pesar de la bata, a la lavadora sin remedio… hasta se te pasa el apetito.
Una vez mentalizada… visita al baño incluida (en el fondo vas nerviosa) consigo aparcar en la misma plaza. En la terraza ya hay gente tomando unas cañas con unos aperitivos. Me acerco y por las ventanas ya sale olor a fritanga. Trato de entrar empujando, tal como dice el cartel de la puerta. Nada, cerrada. Dentro se oyen ruidos de vajilla entrechocando y la tele puesta. Llamo. Nada. Los de la terraza me miran. Miro por una de las ventanas y dentro está la mujer del titular, mirándome. Ya empezamos… Decido darme la vuelta y hacer otras cosas antes de volver. Así, ya siendo buenísima, les doy un pequeño lapso de tiempo para que limpien. Luego me dirán que tuvieron que salir corriendo porque la madre se había escapado, o el perro se había encerrado… ¿o era al revés?
A la hora, regreso. Dos mesas ocupadas en la terraza, bebiendo y comiendo. Mientras llego a la puerta, sale el titular, que me ve y cree que yo no lo veo (será por mis gafas de sol que me deben hacer parecer una ciega). Hace algo en la puerta y se esconde entre los coches hasta llegar a su chatarra de furgoneta. Se mete y con unos papeles se tapa la cara… coño, como si no conociera su destrozo de coche (hasta la matrícula de memoria). Llego a la puerta del establecimiento y trato de abrirla. Nada. Dentro se oye ruido. Miro hacia el coche y como si fuera un cutre-espía, me está mirando por debajo de los papeles. Me entra la risa, más mental que en la cara, porque lo que me pide el cuerpo es partirme el pecho descojonada. Sigo en la puerta… en algún momento alguien saldrá… el tipo pone el vehículo en marcha… todo discreto, con el ruido a escape roto de su chatarra y sale quemando rueda…
Casi me ahogo aguantando la risa cuando se le ha abierto la puerta del conductor al coger la curva mientras con la mano seguía cubriéndose la cara con los papeles. No se ha llevado otra terraza por delante de churro.
Me he ido al ayuntamiento a buscar a un poli local para que me hiciera de testigo. Mientras llegábamos al bar hemos visto salir a la mujer, que al vernos, se ha metido corriendo con unos platos en la mano y ha cerrado la puerta con llave.
-¿La has visto?- le pregunto al poli.
- Y la he oído cerrar la puerta. – Me contesta.- Con llave.
Trato de abrir la puerta. Llamamos y esperamos.
- Has tratado de abrir la puerta. Has llamado. Hay clientes.- Me dice.- ¿Dónde te firmo?
A todo esto, los de la terraza mirándonos flipados. En la puerta del Ayuntamiento había dos trabajadores que me habían oído hablar con el poli y no querían perderse el espectáculo.
Me he metido en la oficina de policía, he escrito el acta y el oficial me la ha firmado. Fax para los jurídicos y que siga acumulándose el expediente.
Qué ridículo, de verdad… y que este antro siga abierto por más que existan reportajes fotográficos mejores que una peli de zombies, un archivo cual enciclopedia, denuncias y demás… Me quedo con la huida a lo “Fast and furious, versión Renault Express”
Habrá que estar pendiente de su venganza, ¿echará salfuman sobre el coche de La Rubia? ¿nos romperá el buzón? ¿nos pintará en la fachada? ¿nos soltará al perro? No lo digo por decir, que ya lo conocemos y lo sufrimos… otra noche a la escucha de cualquier ruidito por si es él o su prole…
El mes que viene lo vuelvo a intentar… y así mes a mes… hasta que se le hinchen los morros y me los hinche a mí de un guantazo… Señores jurídicos, seamos serios de una vez por todas; no es sólo mi cara la que peligra, es que ese lugar no quedaría desinfectado ni con un incendio que calcinase todo. Lo que me sigue alucinando es que tenga clientes a pesar del olor rancio que sale por la puerta, los tenedores con los dientes unidos por los restos pegados mal limpiados y los platos con comida pasadita…
Atardece, que no es poco…
Míralo por el lado bueno, no tuviste que entrar!!!
ResponderEliminar¡Qué asquito! ¡Qué gente más caradura! ¡Qué pena los de jurídico, que no actúan con contundencia! Todos somos potenciales víctimas de estos desaprensivos o de otros de su misma calaña...¿no podrías dar un pasito más y publicitar/denunciar la situación por alguna vía de consumo más masivo?, no sé unos pasquines anónimos, unas fotocopias explicativas...
ResponderEliminarEn otro orden de cosas: ¿sigue la Rubia celebrando los triunfos del Zaragoza a base de gofres?; si es así no me quiero ni imaginar cómo se habrá puesto este año al lograr la permanencia...¡Enhorabuena! por cierto, que ha tenido muchísimo mérito.
Es verdad, me ahorré llegar a casa con el pelo con olor a rancio y con la cara aceitosa.
ResponderEliminarEn cuanto a este "señor" y su familia, es una cruz para los vecinos (tanto los de su casa como los de su local) así que no me extrañaría que algún día sucediera una tragedia (lo mío son minucias en comparación).
Sobre La Rubia, ha sustituido los gofres por cerveza (según él, porque no le compro)... eso sí, no cervecicas cualquieras, que se ha vuelto un "morrofino"...
A mí me parece buena idea lo de informar a la población del estado sanitario de los restaurantes y bares... un cartel en la puerta con una nota sanitaria tipo apto, no apto o algo así. Creo que todos ganaríamos, clientes y hosteleros.
ResponderEliminarY ese tipo merece una multa para que aprenda, pero, que la pague o lo embarguen o lo cierren.