miércoles, 10 de noviembre de 2010

De vez en cuando el destino te da por saco

No quiero anticiparme por si se fastidian las buenas noticias, pero desde las dos y pico de la tarde estoy sonriendo como una boba… lo digo bajito  “a lo mejor se va el comepipas”   (Jo, me estoy volviendo un mal bicho alegrándome de las desgracias ajenas)… ya contaré…

Hoy creo que he estado como tres horas al teléfono. Menos mal que estaba de papeles en el despacho porque me pillan de inspección o conduciendo … y todavía estoy acabando la inspección.  Me pica la oreja izquierda. No encontraba los auriculares que me suelo poner cuando llaman tanto al móvil… diablos, teniendo el fijo, qué manía de llamar al móvil, que no hay manera de sujetar sin manos sin acabar con tortícolis (el altavoz ya digo que no es una opción). En medio de la llamada sonaban pitiditos de otras y la auxiliar me cogía recados en el fijo. Un caos.

Todo este rollo para comentar la jugarreta de hoy. En la que no he estado implicada (por ahora). Me llama uno de los veterinarios de las periferias. No nos tenemos ningún cariño pero parece que empieza a tolerar que sea su jefa que le supervisa el trabajo (cuando me incorporé al puesto me recibió como si fuera una niña estúpida con un paternalismo que rozaba el insulto y acabó metiendo el garrón hasta el fondo, pero eso es una historia que contaré otro día). Como siempre me lío, me lío…

Me llama ofendido y rabioso por lo que le acaba de pasar… unos de sus inspeccionados, con todo lo que él se ha esforzado por ellos, con la ayuda que les ha brindado, con lo bueno y perdonavidas que ha sido con ellos… (con el negocio que ha hecho con ellos como veterinario particular, que eso es lo que más le jode y no dice) … les ha pillado un montón de perniles y jamones en proceso de curación en una cámara, de los que no pueden acreditar su origen y para colmo no tienen autorización sanitaria ni medios para hacer un proceso de salado y curado en condiciones higiénicas.

Menudo cabreo llevaba… por un lado me sonrío porque siempre habla de los inspeccionados como si fueran una raza inferior pero por otro, menudo marrón inmovilizar todo (él, que nunca lleva ni actas ni precintos ni nada porque jamás le va a pasar eso… y se reía de nosotros porque en el maletero del coche llevamos  bolsicas de plástico, precinto adhesivo, precintos de plástico, actas y a veces, hasta cámara de fotos por lo que pueda pasar). De todas maneras, me ha sorprendido que no me llamara para que le ayudara, porque casi todas las actas para sanción que se hacen en sus establecimientos las hago yo porque pide la colaboración de “su jefa” (para que no quede de malo y quede yo como la gripia asquerosa esa que es una hija de pu…. vamos, es así como me vende… bfff prefiero eso a que digan que me vendo por vacunar a un chucho). Le han debido pillar con la defensa baja y no ha reaccionado.

Bien, me alegro que por una vez haya tenido que enfrentarse a una situación de éstas; quizás así deje de darnos lecciones de moralina y de la filosofía de la inspección en las reuniones.

Lo sé, me estoy convirtiendo en un ser depravado y maquiavélico… con lo buena y sensible que era yo (sobretodo en clase de religión). Pero de vez en cuando es genial que te den una bofetada a tu orgullo y te devuelvan a la realidad. Una cura de humildad no nos va mal aunque nos joda (seguro que el destino me la devuelve un día de estos--- seguro que camino a la navidad, para variar, como todos los años)

2 comentarios:

  1. Hola, de casualidad me he encontrado con tu blog y ha sido una sorpresa muy agradable. Eres muy amena contando las anécdotas del día a día, me río mucho leyéndolas y hasta me sirve de consuelo ver que la guarrería no es algo exclusivo de mi zona de inspección (sí, ya sé que mal de muchos...)
    Ah, y me encanta lo bien que escribes que, con las patadas al diccionario que se ven en las actas, ya pensaba que "ortografía" e "inspector" eran palabras incompatibles.
    Un saludo de una compañera de fatigas.

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  2. Gracias... no consuela lo de la guarrería pero al menos no parece que soy una tremenda exagerada; y lo de la ortografía, ¡cuánta razón tienes!, aunque a veces uno mete el gambón sin darse cuenta.

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