viernes, 30 de marzo de 2012

Recordando…

Más de una vez he contado que me encanta leer… para mí es una necesidad como para otros fumar.

Cuenta mi madre que me entretenía horas y horas pasando las páginas a un Reader´s Digest, que fotos más bien pocas. En la sillita de paseo, en el parque (no jardín sino el sistema de “contención” por llamarlo de alguna manera) o cuando fuera, me daban uno y a pasar hojas y hojas sin romperlas. De hecho, durante años, guardaron auténticas colecciones de la revistita a la que mi madre estaba suscrita.

Por lo visto, que yo no lo recuerdo, a los tres años me entró la perra por aprender a leer. Mi recuerdo es el de estar sentada en el sofá marrón, que parecía de pana, con una cartilla (pensaba que de Rubio pero buscando fotos resulta que es de Palau) y mi madre enseñarme las letras: a, de araña…

Hasta me acuerdo de cierta complicación con las ges y las jotas…Y allí nos pasábamos los ratos después de comer. A una cartilla le siguió otra más complicada y de allí directa a los cuadernillos Rubio que me acompañaron hasta con las divisiones… uf, la de cuadernillos, goma de borrar y lapiceros que debimos usar… mi madre se desesperaba porque me encantaba usar la goma de borrar…

Después de las cartillas comenzaron los cuentos. Tenía una colección de cuentos geniales… los típicos crueles de Christian Andersen o de los Hermanos Grimm como “La vendedora de fósforos” y otros más “modernos”, aunque también con moralina como “El ángel de la lluvia” o “El pato Morgan”…

… que sobrevivieron a mi siguiente hermana y fenecieron ante las torturas de la pequeña… pobres de mis cuentos, mi Barbie, mis playmobil, mi Lego…

¡Qué bonico era este cuento! Lo que lo leí, manché con la merienda y acabó destrozado por las garras de la pérfida niña demoniaca…

Después comenzó el saqueo a mi tía, que si los 5, que si las mellizas en Santa Clara… Siguió la biblioteca municipal, y en segundo de EGB, a los que leían bien les daban carné de la biblio del cole… Recuerdo mi número, el 536… y hasta el temor de subir a la planta primera del cole para llegar a la biblio, además de la vergüenza de hacer fila en la cola de los pequeños (que iba hasta 5º) – Obviamente no por ser de los pequeños, es que siempre todo me ha dado vergüenza…

Pero solamente me dejaban coger libros de cuentos… y no me gustaban ni los de cuentos ni los de no sé qué niño que contaba historias de animales… yo quería de Los Hollister… y tuvo que ir mi madre a ver al profe de lengua de 5º, que era el encargado de la biblioteca, para que me dejase coger esos libros. Hasta me hizo una prueba para ver si comprendía lo que leía… Guau, qué fantástico mundo el que se me abrió… historias de misterio, de allí a Conan Doyle… y tras un viaje a Huesca mis padres llegaron con una caja llena de libros de una prima lejana, que ni conozco físicamente, que me prestó durante meses una porrón de libros de los 3 investigadores.

Con mi escueta propina, gracias abuelo por el dinero a escondidas, me compré la colección de Pakto, unos niños detectives, a la friolera de 750 pelas el libro (y hasta 1200 y 1500 al final de la colección)

 

 

 

 

Lunes, miércoles y viernes pasaba por la biblioteca y el fin de semana era demasiado largo para tan poco libro. A veces, creo que por mi cara de desasosiego, me dejaban coger dos.Y con doce o trece años, me guardaban hasta las novedades y me reservaban los libros de Dragolance… cuando me fui del cole para hacer el BUP me siguieron dejando coger libros, a los que sumaba los que se cogía mi hermana en la biblio de Dr. Cerrada de Zaragoza, hasta que me hice socia y dejé de pasar por el cole.

El mejor regalo cuando estaba enferma, un libro; el mejor regalo para el verano, un libro. Saqueé la biblioteca de mi tío Antonio con los libros de Julio Verne y M. Ende. Mi abuelo me regaló mis primeros libros de ciencia-ficción, clásicos-clásicos en ediciones que casi dan miedo tocar no vayan a convertirse en polvo. Hasta he leído un porrón de libros que aparecieron por casa cuando mis padres compraron unas estanterías metálicas a una vecina que se mudaba (ellos querían las estanterías para el trastero y ella quería deshacerse de los libros)…

He leído con linterna para que no se viera la luz por debajo de la puerta, me he hecho la dormida apagando la luz corriendo (jo, y piensas que cuela), me he puesto el despertador una hora antes de lo normal para leer antes de ir a clase cuando los deberes no me dejaban tiempo para leer por la tarde… mi sueño de niña era quedarme un fin de semana encerrada en una librería… me he llevado el libro al cole para seguir leyendo disimulándolo con el libro de clase…

Este año llevo mi pequeña base de datos con mis lecturas… llevo mala media, 17 libros, cuando otros años iría camino casi de la treintena… me levanto y desayuno con el libro, aunque solamente sean cinco minutos entresemana, hago las tareas de casa y antes de salir con el perro busco un ratito, aunque sean 20 minutos para leer, que cocino algo, el libro al lado, que tengo que ir a un sitio y puede que tenga que esperar cinco minutos, el libro no falta… me da igual si la tele está puesta, si me alumbro ya con la farola de la calle o si me hago pis (hay veces que creo que no llego al baño de tanto aguantar)… dame un libro y soy afortunada.

… vale mamá, hay vida más allá de los libros… lo sé, pero qué bueno es eso de apagar la tele, sentarte en el sofá compartiendo mantita y solamente oír las páginas pasar, o el botón del ebook… y de vez en cuando comentar lo que lees… menos mal que La Rubia es de mi club de lectores casi empedernidos, que si no…

2 comentarios:

  1. Que niña más modosita debías ser, todo el día con el libro encima. 17 libros en tres meses te parece poco ¿no haces otra cosa? yo llevo uno desde navidades y todavía me queda casi un cuarto.
    Cuando seas madre, mujer ya lo eres ;-) no tendrás tiempo. mis monstruitos leer poquito pero déjales un rato solos y ya te han enchufado el ordenador...

    ResponderEliminar
  2. Leyéndote me he visto transportada a mi infancia, me miraban como a un bicho raro por considerar un fin de semana ideal el pasar las horas en la cama (en el sofá no, que estaba la tele) con un buen libro y una chocolatina. Hoy,treinta y pico años después, he descubierto que había más pequeños bichos raros como yo:-)

    ResponderEliminar