Los fines de semana en Zaragoza no duran nada... no he parado y no he hecho nada. El viernes pensaba escribir pero llegué a una casa (la de mis padres) que casi parecía un campo de batalla (obviamente mis padres estaban de vacaciones y mi hermana pequeña había conquistado cada rincón dejando algo, cualquier cosa, desde objeto a huella polvorienta proveniente de sus excavaciones arqueolocas, a modo de reivindicación de su propiedad). Con esas, llegué y directa me fui a casa de mi suegra a que me diera algo comestible (vamos, las botas que me puse, desde las siete de la mañana sin comer nada, a las ocho de la tarde el rugido de tripas era tremendo).
Todo este rollo para decir que hasta el domingo por la noche no he encendido el ordenador....
La verdad es que tenía que desconectar. Ver semáforos, obras (qué pasada la que están montando con la mierda del tranvía de los cojones, perdón pero es una cagada del siete) y gente que no saben que eres la petarda de sanidad (eso que dicen que las ciudades se vacían en verano ya no es tan cierto).
El jueves pasado vino "el profesional" ese del restaurante objeto de mis últimas pesadillas; debería decir penúltimas porque tenemos otra montada en otro sitio pero hasta que no reciba instrucciones estoy quieta en la mata cual patata. A lo que iba, que vino el profesional para decirme que no iba a cumplir con los plazos establecidos (algo que ya era previsible). La razón no es que fueran a acometer obras, no... sino que iba a despedir a los trabajadores y tenía que darles un preaviso de 15 días... yo no hice ningún comentario. ¿Para qué? No quiero ni imaginar lo que les habrá dicho mientras les daba la carta de despido.
Ah, eso sí, los socios se van de vacaciones a Suiza y esa era la segunda explicación al incumplimiento del plazo, que no iban a estar para la fecha fijada. A todo esto, según me decían la reparación básica la habían presupuestado en 18.000 euros... baratísima si tenemos en cuenta que es una cocina de más de 300 metros cuadrados con salones para 500 personas. Del puño prieto no, del puño cementado... nueve personas a la calle mientras ellos siguen conduciendo su Jaguar, su pedazo Mercedes y sin perdonar sus supervacaciones suizas... me descojono de la crisis de estos empresarios... pero, y ¿las cocineras? ¿y los camareros? Como siempre pagan el pato los que menos culpa tienen.
Si estas son las consecuencias de mi trabajo, entiendo que algunos miren para otro lado. A pesar de haber intentado durante todo el fin de semana no sentirme culpable no lo puedo evitar y desde el jueves las ojeras no han parado de crecer. Puta mierda.
Ánimo, tú no eres la responsable... lo que es lamentable que por un impresentable estés tú sin dormir...
ResponderEliminarYo tampoco duermo muy bien, ahora estoy de "Rodriguez" y no me acostumbro a estar "Home alone"