Me quedan dos días para poder comer a una hora un poco decente (sigo pensando que las tres y media o cuatro menos cuarto es una hora muy tardía para ponerse a comer). Me quedan dos días para dejar de liberar los atascos de papel de la fotocopiadora dinosauria del despacho que por no tener, no tiene ni cargador de hojas y es manual completamente. Me quedan dos días para ver que en casa siguen tan majaras como de costumbre…
Esta mañana no he parado y eso que me encontraba fatal entre retortijones y nervios… la nochecita ha sido movida y creo achacarlo a los dos litros y pico de agua que me clavé al irme a enredar un rato a la pista de padel (que suena muy pijo pero al vernos jugar pierde todo el glamour y parecemos una mala imitación de Tricicle)
Las inspecciones han ido mejor de lo esperado… uno que quería usar un trastero como cocina sin sacar motores de a saber qué y de qué año, roñosos y oxidados, con esa grasa negruzca que antaño tenían por encima, ahora por el suelo… sacamos los trastos, me decía y yo veía el techo por el que pasaba la luz del sol (y no precisamente por un tragaluz), las paredes negras de moho, una chimenea que en la época de Oliver Twist hubiera sido ardua de limpiar para un deshollinador… total para tras hablar, convencerle con la chorrada más tonta, que no tenía un lavamanos…
(me encantan los playmobil pero no sabía que había un playmobil deshollinador)
A otro chaval, de la edad de mi hermana pequeña, le he tenido que contar las temperaturas a las que debe guardar los alimentos… un día tendré que grabarme y darle al play porque la perorata sobre grados, que si el – es congelación, que si –18 es más frío que –12, es casi diaria. La verdad es que al principio estaba en plan chulito (debe ser la edad porque mi hermana es igual) pero mientras iba entendiendo las cosas que le contaba, ha perdido esa pose de “a mí me vas a contar cuentos” y hemos acabado de buen rollo, yo deseándole que haga buena caja para las fiestas del pueblo y que para el año que viene negocie mejor con el ayuntamiento y él queriendo invitarme a una cerveza.
En el mismo minipueblo, que esta semana cuadriplica su población y todo eran coches y niños y carritos de niños… irreconocible comparado con el invierno cuando llegas tras pelearte con las placas de hielo, las curvas sinuosas y te encuentras a lo sumo algún abuelo y un par de gatos… en la última inspección hasta me han besado…
Hay veces que ir a pueblos perdidos es un gusto, la gente es agradable y te recibe con ganas de conversación y te das cuenta de que no por estar más aislados o ser más “rústicos” tienen las cosas peor que en los grandes núcleos de población.
Dos días… menos ya… voy a buscar la maleta
Vaya! Seguimos coincidiendo en cosas: a mi me gusta el paddle también... y por lo que comentas debemos tener el mismo handicap, jejeje
ResponderEliminar