miércoles, 2 de junio de 2010

Con las manos atadas

En alguna entrada, creo que en el anterior blog, he comentado que los ayuntamientos son pequeños reinos en los que si eres alcalde, familia o allegado, haces lo que te pasa por las narices y si importunas a alguien, pues ajo y agua (tengo que ser más comedida con mi vocabulario, según mi madre no parece que me hayan llevado a cole de pago... ya me dirás tú si eso es excusa para hablar con propiedad).

Me han derivado una llamada de la Oficina Comarcal Agraria. Sobre un caballo. Un chico muy educado tratándome entre el usted y el tú contándome una historia de esas que pueden dar lugar a un Puerto Urraco cualquiera (menudo San Benito que tienen los del pueblo ese). De forma resumida, alguien había comprado un caballo y lo ha metido en una casa; una casa en la que el acceso es a través de un patio comunal de varios vecinos. La plasta del jamelgo la dejan en el patio, por lo que olores e insectos deben hacer las delicias de los vecinos. Como el comprador del caballo es familia del alcalde, las quejas de los vecinos afectados caen en saco roto. Los vecinos montan pollo y acaban con amenazas de muerte y apareciendo la Guardia Civil.

Y me llaman a mí para ver qué puedo hacer. Pues lo siento mucho. De verdad, que sé lo que es aguantar vecinos indeseables (desde psicópatas que tratan de matarse entre ellos a punkis que me tiraban jarras de cerveza a la ventana) Pero NO PUEDO HACER NADA. Nada de nada si el ayuntamiento no me solicita un informe y a pesar de eso, nada de nada si el ayuntamiento no hace caso de las recomendaciones de mi informe. Y nada de nada salvo que me lleven a declarar a un juicio porque hartito el vecino ha denunciado al alcalde, al vecino, al caballo y hasta a mí...

El chico que llamaba tenía su punto de razón, ¿qué diablos hace un caballo en una casa y por qué dejas la mierda del bicho en el acceso comunal? Claro es, que es un pueblo, eminentemente agrícola y en el que hay animales en los corrales del casco urbano. Pero la competencia es municipal, y salvo regalarle una escoba y un badil (un recogedor) al vecino guarro, no puedo obligarle a nada. No tengo autoridad alguna. La autoridad es del alcalde y si pasa, pues ale, a aguantar tábanos, moscas, bichejos y olor a mierda y pis de caballo... que anda que el pis es de poco volumen y nada oloroso, no?

Me jode no poder hacer nada. Es verdad. Eso de tener vecinos que por sus santos cataplines imponen a los demás sus aficiones y putadicas, desespera. Y el chaval este preguntaba que si por peligrar la salud pública se podía desautorizar al alcalde. Pues qué me sé yo. Para eso tendrás que quejarte hasta en el Vaticano. Lo único que he podido decirle es que presentase una nueva queja por escrito al Ayuntamiento y que mandase una copia a Sanidad, a ser posible con fotos, que aunque la derive al ayuntamiento, suele mandarnos una copia con la que podemos ir a hacernos los tontos al ayuntamiento ofreciéndonos a hacer un informito que además mandamos a nuestra jefa (más tocapelotas que yo)...

De todas maneras, mal arreglo si el vecino es un energúmeno cabezón... salvo que aparezcan invasiones de insectos que dejen a los vecinos llenos de picaduras, que alguno se lleve una coz o que otro encabronado le pegue un tiro al caballo o a su dueño, me parece que el caballo seguirá allí el veranito.

Es lo que tienen los Ayuntamientos, o eres amigo/familiar o eres el enemigo al que hay que presentar batalla. Como dice mi madre, es el síndrome del señor Cuesta, todos lo mindundis necesitan tener su momento de sentirse dioses y protagonistas, para bien o para mal... pero donde las dan las toman, solo es cuestión de paciencia... (Qué vengativa me hacen llegar a ser)

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