martes, 8 de abril de 2014

Cuentos de la lechera

Soy de imaginación desesperante, de pensamiento desbocado, de ideas encadenadas de origen incierto que acaban vomitadas en un papel, en un garabato o en un torrente de “payasidades” soportadas por La Rubia. Sí, hablo sola, me insulto a mí misma demasiadas veces al día y leo sin medida ni mesura…

A veces me imagino teniendo que seleccionar a un grupo de compañeros para hacer un  trabajo “serio”, de ese que ya escasea en la administración en la que estoy… de los que deben pensar concienzudamente un decreto, un procedimiento de trabajo, unas instrucciones o se embarcan en un estudio epidemiológico duro y pesado… de la primera vez que pensé esto a ahora, varios personajes han sido sustituidos por otros… pero todos tenían un punto común, la avidez por aprender… algunos han ido dejando que ese interés se apague poco a poco (normal si uno tiene mil quehaceres, familia y otras preocupaciones y más normal si además nadie te alienta a ello).

Otras veces me imagino siendo la responsable de personal… sería odiada hasta por las generaciones venideras… Cersei Lannister parecería hasta buena… Aunque tres segundos después de pensar en esto me doy cuenta de que no tengo asertividad ni condescendencia ni empatía suficiente para no mandar a la mierda el sistema establecido… ¿fichar? de qué sirve si no se saca el trabajo o se usa el tiempo para escaquearse… Eso tan mal regulado como el logro de objetivos y la productividad que nadie tiene cojones de implantar y que a mí me parece crucial… Me parece terrible tener a alguien 10 horas a la semana mano sobre mano, simplemente por el hecho de un reloj en el que fichar,  porque no hay más trabajo por hacer (bien porque no se le da más trabajo, bien porque no se ha reorganizado la carga de trabajo o simplemente porque sobra gente en ese lugar y convendría reorganizar los puestos de trabajo)… Del mismo modo que me jode encontrar a alguien a 40 Km de su puesto de trabajo a media mañana cuando tiene todo pendiente o se lo inventa… Uy, si me dejaran reorganizar, en algunos sitios con una cuarta parte menos quedaría una carga chula de trabajo sin cansar pero sin caer en la monotonía… y en otros sitios, cuatro o cinco personas más irían que ni pintadas… y ya lo de la formación, qué hablar…¿de qué sirven ahora cursos del año 92 salvo puntos para traslado? pero… sigo con mis cuentos de la lechera…

Otro sueño tonto sería trabajar de consultor o asesor… por ejemplo en una cadena hotelera… restaurante tras restaurante, piscina, legionella… creo que no es tanto por viajar, porque al final cada hotel sería similar, sino porque tengo al estúpida idea de que lo que indicase serviría para algo, que esos cocineros que en las inspecciones me miran como si les hablase en mandarín o se cabrean porque les detecto manipulaciones poco higiénicas estarían más dispuestos a abrir las orejas y echar un pensamiento a mis observaciones.

Yo creo que todo esto se me dispara cuando me siento inútil, avergonzada, pasmada… me siento inútil cuando inspección tras inspección digo lo mismo al mismo establecimiento y sé que cuando regrese, volveré a decir lo mismo y nunca avanzaremos … Cuando me siento avergonzada porque la administración no es resolutiva o está tan pasiva que es incapaz de sacar un decreto o unas instrucciones tras más de seis meses desde la entrada en vigor de un real decreto (y eso que se suponen que con antelación ya saben su contenido porque en teoría informan los borradores y lo discuten en reuniones) o cuando no ponen en marcha herramientas que llevan un par de años diseñadas pero como no se han molestado en saber cómo van pero sí se han cargado a quienes las diseñaron… eso sí, tasas que no falten…

Al menos voy madurando (albricias madre) y ya no sueño con tener una banda de rock…

Eso sí, mi cuento más recurrente de la lechera acaba cuando llego a Zaragoza, noto el cierzo calando hasta la médula de mis huesos y digo, por fin en casa… entonces despierto… y Mordor me desgaja otro cachito de cordura.

2 comentarios:

  1. Soy un tío, tantas emociones juntas no las entiendo. Tengo hambre, tengo sed, estoy cachondo, tengo hambre otra vez... ja, ja, ja, es broma.
    Nunca he estado en el funcionariado, pero con esa descripción que has hecho tan clara, yo estaría negro. Para mi genio. Dan ganas de ir con el montón, ¿no?. Qué penica!!.

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  2. Al terminar mi jornada, de vuelta a casa muchas veces me pregunto: ¿de qué ha servido mi trabajo de hoy? ¿Realmente estoy contribuyendo a la prevención de la salud? Y la mayoría de las veces la respuesta es un NO rotundo. Al final, va a ser el sueldo a fin de mes y la gente que conozco (hay de todo) la única motivación :-(

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