jueves, 27 de octubre de 2016

Adiós mi amigo

Primera noche sin ti. La casa parece hueca, falta la pila que le da energía. Estaba todo tan silencioso, ni unas patitas subiendo a dormir o bajando a beber, sin tus suspiros, ronquidos, carreras en sueños o tu respiración tranquila. Llegaste al poco de entrar en esa casa y todo tiene tus marcas: la pared donde te apoyabas en el patio, la sombra oscura junto al baño donde se estaba más fresco en verano, la marca junto a los tubos de la calefacción en invierno, la pata mordida del mueble de cuando eras un cachorro, el arañazo de la pared junto a la puerta, tu último arañazo en la puerta del baño de cuando te limpié las orejas y tú no querías...

Perdóname perrito por no haber sabido qué más hacer. Soy una veterinaria de habas. Lo siento mucho. No sabes cuánto... nos faltaron unos pocos días para que volvieras a tu paraíso... es lo que te decía ayer, cuando seguías en pie en contra de la razón tratando de huir de la clínica y volver a casa, que iríamos a Nuez, ladrarías a los perros cabrones de los vecinos y a los pájaros malos. Tus croquetas en el césped al sol y la cara de felicidad con tu sonrisa de oreja a oreja. Entrarías al huerto y papá te gritaría, "Eh, Pequeño" y saldrías ofendido de un brinco. Sabes, te echará mucho de menos... vuestros paseos para ver al caballo, tus baños en las acequias, las salidas a la basura... estoy convencida que cuando preguntaba sobre cuándo volvíamos, en gran parte era por ti... mamá tendrá que recordar que ya no hay necesidad de guardar tapers con sobras congeladas o hacer más macarrones y sacar la basura no será lo mismo... es a la única a la que obedecías... pero claro, te daba comida rica... anda que no sabías... la líder de la gran manada.

Ay mi Vladimiro, pequeño, mi gordito. Mi princes... pistolo, cuántos motes y apodos... un chucho que llegó en una caja de cartón de una freidora y conquistaste a toda la familia.
La Rubia te echará mucho de menos... más de lo que imagina... los dos paseantes, daba igual el frío de la mañana o la lluvia de la noche... eras su compañía, su colega, su pesado tirando de la correa... él decía que era tu esclavo pero en el fondo era la lucha por la posición en nuestra pequeña manada de tres, querías ir por delante.
Mi patilargo, espero que te sintieras querido durante estos años... nosotros siempre sentimos tu cariño. Creo que fuiste feliz y nosotros hemos sido muy afortunados por formar parte de tu vida.
Esta mañana nos ha sobrado tiempo. Ya no había paseo. Nadie vendría a por galletas o a buscar las que habría escondido. Me han faltado las caricias de primera hora, esas en las que apoyas la cabeza y buscas que te rasque la nuca y me llevo un mordisquillo en la barbilla o un lametón en la mano como compensación.

Ayer te dije antes de irme a trabajar que me esperaras, que no te murieras antes de volver... lo supe y tú también aunque La Rubia no lo esperase. Aguantaste como buen cabezón y te despediste de los dos... me di cuenta de que te despedías de La Rubia cuando le viste  llorar y me diste el último lenguetazo en la barbilla cuando te cogí en brazos para meterte en el coche.

Hoy al cerrar te he dicho adiós en voz bajita para que La Rubia no se enterara porque estamos los dos tontos y blanditos con la lágrima fácil, pero al salir a la calle, los dos mirábamos hacia la ventana esperando ver tu cara despidiéndonos.
Mi chucho, mi bicho, mi pequeño... qué día más horrible sin ti... Nunca creí que pudiera sentirme tan triste por un perro, pero eras mi perro, mi bichito, mi amigo, mi familia. Me importabas tú mucho más que la gran mayoría de los humanos... es así, para qué negarlo...

Hoy es el día uno sin ti... sé que voy a seguir llorando a ratos. Nadie me dará golpes en la mano para que deje de leer y juegue a la pelota. Nadie me vendrá a apoyar las patas y buscar caricias. Ya no discutiré por lo cochino que eres con la comida, siempre sacando las bolitas verdes del pienso ¿qué les pasaba a las bolitas verdes? Nadie avisará de la llegada de paquetes, ya no habrá aullidos al paso de las sirenas... no volveré a esconderme bajo las camas o en la bañera o dentro de un armario para jugar al escondite... no nos daremos nuestros paseos...

Vladi, mi chucho bonito, has sido lo mejor que nos ha pasado en Mordor. Has sido nuestro lazo con la realidad, el que nos hacía salir de nuestro micromundo. Vlad, mi peludo, cuánto te voy a echar de menos. Te has llevado un cachito de corazón de todos nosotros pero también conservamos un cachito del tuyo. He tenido la gran suerte de que te cruzaras en mi vida. Una gran suerte. He sido afortunada. Adiós bichito, mi chico peludo. Nunca te olvidaré.