jueves, 16 de julio de 2015

Oh gravedad, ramera despiadada

Ayer tuve de esos momentos surrealistas que no sabes muy bien como reaccionar:

a) pasando del tema- que sería lo más sencillo

b) insistiendo tratando de hacerte comprender

c) buscando la cámara oculta

d) pidiendo la baja a psiquiatría

Intenté la b), aunque antes miré por las esquinas no hubiera una c)…

Restaurante de carretera, hermosote él, que un día ya hartita levanté acta para que le dieran un toque… me tenían cansada de repetir lo mismo: que el aseo de manipuladores no tenía lavabo (según ellos, se paseaban hasta el fregadero de la cocina, en la otra punta a lavarse las manos con un jabón que nunca había), entre otras cosas…

Entre esas cosas, el maldito pulverizador de insecticida… pedí un taburete, lo desarmé y les enseñé el etiquetado: “no pulverizar en presencia de personas ni animales domésticos; no pulverizar sobre alimentos ni sobre superficies que vayan a contactar con alimentos”

Llegan las alegaciones presentadas por el establecimiento. Además de estar muy bien redactadas son de esas pocas que no niegan las afirmaciones del inspector y que hasta le dan la razón… alucinada me dejaron…

Voy a petición de los jurídicos para ver si las correcciones que indican en las alegaciones son ciertas y su eficacia. De nuevo sorprendida, casi todo está hecho o en camino de ello…

El pulverizador automático lo han retirado pero el insecticida sigue por allí. Preguntona de mí, les pregunto que dónde lo usan. El encargado responde, cogiendo el envase y subiéndolo todo lo que da de sí su brazo y hace el gesto de pulverizar hacia el techo… Le digo que si lo usa en la cocina, está pulverizando sobre alimentos y las superficies que contactan con ellos. A lo que me contesta “no, pulverizo hacia arriba y allí se queda”.

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Tras mirar hacia los lados y bajar la voz porque la cocina está abierta a la zona de público y este señor habla muy, muy alto, le digo que aunque pulverice hacia arriba, las gotitas de insecticida acaban cayendo hacia el suelo. Me mira como si estuviera loca e insiste, “no, se queda arriba y flota si no se pega al techo”.

Insisto en mi explicación y el tipo pone cara ya de que se está hartando de mi supuesta coña. ¿Qué hago? ¿Le echo insecticida por encima de su cabeza a ver si le moja? Paso de insistir, le digo que no, que no lo puede usar dentro de la cocina, ni hacia el techo, ni hacia el suelo, ni hacia nada de nada… que lo use en la zona trasera en el exterior, como si rocía la puerta por completo pero por fuera.

Escribo los testamentos que me caracterizan ya sentados en la zona de comedor. Llegamos al punto crucial de recordarle el maldito spray… y él erre que erre… coño que has topado con una maña… pero que no, que no hay manera… me rindo…

Oh, gravedad, maldita perra desalmada… me la has jugado con el puto insecticida… flotando, flotando sin nunca caer… oh gravedad ramera despiadada, ese insecticida no funcionará para insectos que vuelen por debajo del metro ochenta… oh gravedad, alucinada me dejas en este lugar…

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Por favor, por favor, que la opción correcta sea la c)

martes, 7 de julio de 2015

Con faldas y a lo loco… cociéndonos en nuestro jugo

Desde el retorno de esas olvidadas ya vacaciones, vamos de cráneo, de culo, como puta por rastrojo… Desde aquí aprovecho para agradecer a mis compañeros el trabajo que se han clavado estas últimas cuatro semanas… ni un escaqueo, ni una mala cara… al revés, parece que si ves a tu compañero pringar y deslomarse, pues te subes al carro… así que si son las ocho y no hay nadie en la oficina no es porque no hayan venido, es que ya han salido y si llegas a las tres y media con toda seguridad encontrarás a alguien al borde del colapso con 36ºC en el despacho, mandando un acta, haciendo un informe urgente o simplemente dejando bártulos, un pis, un trago de agua y para casa… sudoroso, cansado y rojo como un tomate.

Algunas han aprendido a no llevar faldas vaporosas con tanga debajo para ir de piscinas en las que el cuarto de máquinas es subterráneo con escala en la pared o con faldas cortas para subir a los depósitos o que para ir a ver un abastecimiento, las manoletinas no sirven para ir por campos recién cosechados… Al menos con las anécdotas nos echamos unas risas…

La protección solar parece una tontería pero pasa la mañana cogiendo aguas y volverás con los brazos rojos por el sol o haz inspección en las piscinas y ya me contarás cómo acabas… ya no sabes si el dolor de cabeza es por el sol, por los socorristas o porque te bullen sueños invernales…

Que antes de subir al coche hay que comprobar que el volante no lleva tres horas al sol porque te quemas las palmas de las manos y se pelan (doy fe) y que hay que revisar el asiento por si ha entrado una avispa puta que te muerde el culo (en medio del moflo)… las risas ya vinieron porque, estando junto a una piscina, no le hubiera pedido al socorrista que le pusiera pomada y no pedirle unos tristes cubitos de hielo al del bar, para luego parecer que te has meado encima… es lo que tiene llevar tanto tiempo en el despacho, que ya has visto bragas, escotes, tatuajes, “rajetas” del culo, calzoncillos y demás que las risas vienen por nuestra imaginación gilipollil… Y sí, la idea de llevar el bikini y pareo al despacho no es mala, o el concurso de camisetas mojadas propuesto por los pastafaris vía WhatsApp, al menos estaríamos en condiciones de sobrevivir a los 32-37ºC del despacho y ya cobrando entrada, alegraríamos a los del Sintrom y podríamos financiar un aire acondicionado… o crear el “apadrina a un inspector de sanidad”… a cambio de un calendario esplendoroso nos pueden abastecer de pilas, bolis, reactivos, grapas, un alternador nuevo para un coche, una correa de distribución para otro… la releche ya sería poder cargar el gas de otro de ellos… que de seis coches, tres no tienen aire salvo el de las ventanillas bajas…

A todo esto, yo pensaba escribir sobre la cadena de frío y el transporte pero ya lo dejo para mañana… bastante jodido tenemos mantener nuestra cadena de frío como para pensar en un pez al que le sube la histamina por momentos…