lunes, 2 de septiembre de 2013

Gracias a nuestros rescatadores perrunos

Nuestro chucho se ha clavado mes y medio de vacaciones en su paraíso particular; césped donde retozar, comida rica de mi madre, juegos con cualquiera que osase pasar por casa de mis padres, persecuciones a niños para que se lanzasen a la piscina y a algún gato despistado… y fantásticos paseos de quince kilómetros siguiendo a mi padre en bici (mi padre iba en bici, el perro no sabe tantos trucos).

Ayer, aunque había estado un poco tontorrón por una heridilla en la pata, se marchó de paseo con mi padre al punto de la mañana. Es un chucho que ha nacido para correr. Se obceca y sale disparado cuesta arriba, salta cual gacela fuera de los márgenes de las pistas y no hay manera de seguirle ni en bici. Bien por despiste, bien porque le dolía la pata, agudizado además por su ramalazo desobediente cuando se le mete una idea entre oreja y oreja, se largó hacia casa.

Obviamente no pensó que tenía que cruzar una rotonda plagada de coches (sí, creo que algo piensa, pero no llega a tanto). Y allí le perdimos la pista. Un coche rojo, decía una vecina y lo corroboraba otro; tres chicos en un ibiza rojo estaban recogiendo a un perro negro…

Mis hermanas, un primo, mi padre, el novio de mi hermana y sus amigos, La Rubia, la vecina… al bar del pueblo, a la tienda, buscando un coche rojo o un perro negro… mi padre debió hacer el camino por el campo cuatro o cinco veces, tenía espuma en las comisuras de los labios y estaba desfallecido. Una de mis hermanas casa por casa de la urbanización, la otra recorriendo la carretera por si estaba en una cuneta… y yo al puesto de la guardia civil del pueblo de al lado.

Parece mentira pero estábamos todos bien jodidos. Es un chucho, que cogí de una protectora, ni bonito ni magnífico, pero un buen perro cariñoso que se deja querer y que siempre quiere jugar.

A eso de las cuatro y pico, mientras mi padre proseguía la búsqueda llamó una patrulla de la guardia civil, unos chicos habían llevado un perro que podía ser el mío. Salimos disparados. Y allí estaba. Todos como locos (perro incluido). Cuatro chicos y una chica contándonos que lo habían recogido pensando que podía estar abandonado o perdido en un lugar peligroso de la carretera. Le habían dado de comer guiso casero de carne y el pobre se había portado muy bien. Besos, abrazos y hasta lloros compartidos con uno de los rescatadores que se emocionó tanto como nosotros. Y unas horas más tarde, la guardia civil llamando para interesarse por el perro.

Muchas gracias a los chicos de Villafranca por preocuparse por un chucho al borde de una carretera. A casi nadie se le ocurre parar y meter en un coche a un perro y llevárselo a casa y jorobar parte de tu tiempo yendo dos pueblos más allá a preguntar en la guardia civil si alguien lo ha reclamado o incluso ofrecerse a llevarlo a donde fuera. Gracias por todas las molestias. Y gracias a los guardias de Alfajarín que hasta se preocupan por el estado de un chucho rescatado…

Espero que el próximo perro que vague por una carretera, en una gasolinera o en una zona de descanso tenga la suerte que tuvo el nuestro.

2 comentarios:

  1. Vaya disgusto os llevaríais, qué sofoco!!. Menos mal que siempre hay buena gente. Me alegro de que terminara bien.

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  2. Joder... estoy sensible hoy, hasta se me ha escapado una lagrimilla porque algo parecido ocurrió con un perro de la familia... éste no tuvo tanta suerte.

    Me alegro que todo quedara en un susto y que pudieseis comprobar que aún queda buena gente por el mundo. Disfrutad de una relaxing cup of café con leche... ;-)

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