sábado, 14 de abril de 2012

Aspectos a mejorar

Ayer, me tocó calmar los ánimos entre dos compañeros; tenía claro quién tenía la razón pero no quería dejar chafado al otro y hundirlo más en la miseria ahora que ha suspendido un examen que aspiraba a aprobar, aunque por lo que veíamos y la preparación que estaba haciendo, estaba a años luz de aprobar.

Es verdad que la imagen que uno tiene de si mismo no se corresponde para nada con la que los demás tienen de ti… es como cuando te grabas la voz y la que oyes desde el altavoz no se parece en nada a la que te escuchas cuando hablas.

Por eso, mientras le daba a la fregona se me ha ocurrido escribir esta entrada.

Los inspectores deberíamos ser claros en nuestras observaciones, la causa y las consecuencias o los efectos de forma objetiva, explicada acorde al interlocutor- de qué vale hablarle de curvas de enfriamiento si no sabe entender un termómetro; al mismo tiempo, no debemos creernos superiores y tratarlo como si fuera tonto, porque no lo es. Del mismo modo, a una persona con alta preparación en tecnología alimentaria no deberíamos hablarle como a un niño… a veces me da la sensación que es porque no tenemos la formación suficiente para refutar las cosas, o que no hemos preparado bien la inspección. También deberíamos ser más educados en cuanto a que nuestras inspecciones se encuentren escritas de forma clara, con letra legible, sin faltas de ortografía y con los acentos puestos… me chirría ver “vandeja”, “berengena”, "inspeccion”, “camion” o abreviaturas tipo sms.

También deberíamos tener en cuenta que si la medida correctora funciona, funciona, aunque no nos guste la solución. Claro que me gustaría que una empresa tuviera puertas automáticas con sensores de apertura pero si tiene un muelle que hace que las puertas se cierren tras ser abiertas, me sirve… por poner un ejemplo muy sencillo. Tengo algún compañero ultramegapijo que quiere todo en acero inoxidable y panelado, con luces de no sé qué… me resulta muy complicado pararle los pies y cada acta suya que me llega es un suplicio- de cada diez deficiencias que indica, a lo mejor veo clara una y le hago informes interminables con parrafadas de normas, interpretaciones de normas y demás para cuestionar sus observaciones. A veces acaba puenteándome (que casi lo prefiero) y es el jefe el que acaba parándole las actas. Y lleva un cabreo que no puede con su alma, pero los inspeccionados también y no paran de llamar y escribir quejándose y solicitando un cambio de inspector. Esto no quita para que, cuando sea clara la deficiencia, se tramiten sus actas respaldando su actuación hasta el final…

Desde el otro lado, debería quedar claro que la frase esa que usan con nosotros de “no te preocupes” no tiene sentido. Yo no estoy preocupada; te he definido y descrito una deficiencia o no conformidad y la preocupación en todo caso sería del inspeccionado. Me da igual si la corriges o no, seguiré el procedimiento para que acabes corrigiéndola o pagues una sanción y para colmo debas corregirla gastando el doble de dinero.

Aunque en verdad, siendo sincera, no me da igual que no corrijas algunas de las deficiencias, porque me jode por los terceros en discordia en esta representación, que son los consumidores. Yo sé lo que hay, y tengo la ventaja de decidir no consumir en tu establecimiento o no comprar los productos que fabricas, pero ese que me cruzo en la calle no tiene pajolera idea. Obviamente no puedo gritar a los cuatro vientos que tu local está lleno de mierda o que mientes en tus etiquetas y no usas eso ingredientes que motivan la compra de tu producto, pero ganas, en ocasiones, no me faltan…

Lo que tendríamos que dejar claro es que ni el inspeccionado ni el inspector somos tontos, aunque en ocasiones las dos partes lo parezcamos. Tampoco el inspector es ciego y a veces ve más cosas de las que dice, quizás buscando que el otro realice las modificaciones que le indica como prioridades y dejando algunos ajustes menores para otra ocasión.

El inspector no está para hacer favores, aunque en ocasiones existan negociaciones y regateos por los que tratamos de que se subsanen deficiencias que nos quitan el sueño… sí, nos lo quitan, aunque muchos no lo crean.

Tampoco el inspeccionado es el coco al que hay que exprimir y sacarle jugo en forma de multa. Y lo de la chulería por ambas partes deberíamos mandarla a tomar por saco.

Vuelvo a lo de siempre, tengo claro que debo seguir formándome para poder tener un criterio objetivo e incluso científico para poder hacer mis inspecciones… si me quedo de por vida en el limpio-sucio, cualquiera podría hacer mi trabajo. Pero, del mismo modo, pido formación, formación para ser matarife, formación para ser cocinero, formación para ser charcutero, formación para el conservero, para el panadero, para el pescadero…

Buen finde pasado por agua… seguiré con la historia de chinos de “El lector de cadáveres”, menudas tradiciones, torturas y leyes que tenían allá por el 1206… entretenido por ahora, espero que mantenga el tipo hasta el final.

1 comentario:

  1. Parrafada la de hoy. Te habrás quedado a gusto. No veo mal tus consideraciones y que te acuerdes de nosotros los consumidores.
    Podrías poner el autor del libro y hasta una fotito para poder identificarlo en las librerías.

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